Nuestros muertos by Rosa Ribas

Nuestros muertos by Rosa Ribas

autor:Rosa Ribas [Ribas, Rosa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-28T00:00:00+00:00


33

Su padre los había convocado a las doce porque antes tenía que pasar, como todos los sábados, por el cementerio. Después iría a ver a la abuela Carmen. Eran sus rutinas inamovibles. Su padre se estaba haciendo mayor.

Amalia llegó puntual con Ayala. Lo primero que vio al entrar en el antiguo despacho de la agencia fue que los títulos de detectives habían vuelto a su sitio. Colgaban también en el mismo orden de edad: su padre, Ayala, Nora, Marc y ella. En el de Marc había una cinta negra de luto en una esquina del marco. No percibió otros cambios y, sin embargo, la habitación parecía transformada, liberada de la capa de tristeza, de abandono que la había cubierto con un velo gris durante los últimos años. No podía decir si eso le parecía bien o mal.

Ayala y su padre se abrazaron como si llevaran años sin verse, aunque hacía dos semanas que habían salido a tomar algo.

—¿Te estás dejando patillas? —le dijo su padre a Ayala.

—Cambio de look —respondió y evitó mirar a Amalia.

Reunión de trabajo. Reunión familiar.

Comidas de familia no había. Una vez muertos los abuelos maternos, que vivían también en la casa, sus padres mostraron poca querencia por ese tipo de encuentros. Era mejor así, su madre solía beber demasiado en tales ocasiones, y entonces los finales eran bastante nefastos.

Nora llegó unos minutos después.

—¿Mamá? —preguntó.

—Hoy solo los detectives con título y licencia —bromeó su padre.

La cafetera estaba lista, esperando. Su padre preparó cafés para todos sin preguntar; sabía cómo lo preferían. Cada taza humeante que entregaba era la invitación a tomar asiento en uno de los silloncitos azules, algo ajados. Antes se reunían en ese rincón del despacho para hablar del trabajo. También se sentaban allí los clientes cuando su padre les comunicaba los resultados de las investigaciones.

Formaron un círculo. Ahí estaban de nuevo. Fuera de ese pequeño territorio deambulaba el enfado de su madre invadiendo el resto de la casa. Pero Amalia lo olvidó en cuanto su padre empezó a resumirles el caso.

¿Eran otra vez los detectives Hernández?

—No sabemos todavía con certeza a cuántos ha embaucado con ese despropósito de proyecto. Cuántos más hay como Jofre Llosa. Inversores que todavía creen que el proyecto es real. Cuánta gente sabe y calla, sea porque lo que les propuso no es legal, porque temen perder prestigio empresarial, o por una vergüenza más personal.

—¿De verdad no lo ha denunciado nadie? —preguntó Nora.

—Parece que no.

—Por lo que se refiere a dónde se puede haber metido, o qué le puede haber pasado, estamos en el mismo punto que cuando tú empezaste, papá —dijo ella.

—Sí y no. Porque ahora tenemos mucha información, aunque tengamos que revisarla partiendo de la premisa de que buscamos a un estafador —respondió él, y añadió—: ¿Y si lo del proyecto de la Exposición Universal no era su primer negocio fraudulento? Es un gran golpe. Un engaño así se puede organizar porque has visto la oportunidad, pero también se requiere práctica.

—Y un modo de ser muy particular. No todo el mundo sirve.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.